Aquella isla era un cambio constante de
clima y la extrañeza de todo era ver como el ecosistema rápidamente se adaptaba
y variaba con una facilidad increíble. La isla era pequeña, quizás unas 20
millas de ancho por 17 de largo y era en
forma circular, solo tenía una playa a la que llamaban “playa libertad” el mote
le surgió por ser el único lugar que estaba libre en la isla, todo lo demás
estaba rodeado por acantilados y en el centro había un volcán inactivo, pero
que pronto desataría su furia. En aquel lugar vivían 8 personas, 4 hombres y 4 mujeres, todos iguales que Francisco y Miranda. Las edades fluctuaban
desde 7 hasta 50 años y ninguno sabía porque estaba allí, ni el tiempo que habían
vivido en ese lugar. El tiempo para ellos era lo de menos, no existía el reloj,
los días no eran iguales y no existía algo constante. A veces el Sol salía dos
horas y luego se ocultaba. Otras la Luna aparecía con un cielo azul, así como en
las mañanas y
algunas veces el sol salía en un cielo oscuro, pero era una estrella apagada
que solo irradiaba un haz de luz débil y lo demás que se veía era una bola de
cenizas. Los colores que veían no tenían nombre, ni les importaba. Se
alimentaban de lo que les ofrecía la naturaleza y vivían en una cueva que los
llevaba al interior del volcán que le llamaron Tupzi y que para ellos era la
deidad más importante de la naturaleza. Tenían dioses y practicaban una
religión liberal. Todos los días, al despertar, entonaban cantos de alegrías e
iban al bosque en búsqueda de su desayuno. Cuando lo conseguían, se iban a un claro y allí
comían lo que la naturaleza les brindaba, luego se repartían para ir a hacer
las distintas actividades que les requería su instinto. Para ellos esto era
felicidad, pero para Charilin y Raymond, esto era un castigo y una tortura. Lo
que intentaba la OMPECDF era ver las reacciones que enfrentaba el ser humano
ante situaciones de hostilidad y ponían a los habitantes en estados de peligro,
pero estos no eran tan increíbles como los que enfrentarían de ahora en
adelante con la llegada de los otros dos nuevos integrantes a la manada de
fenómenos y los más importantes. La fase dos constaba de poner en situaciones altamente peligrosas a
los individuos para analizar el comportamiento, cambio de neuronas y funciones
toxicológicas que el cuerpo de los pacientes experimentaría. Los últimos fenómenos
llegarían una noche pacifica en la que los otros estarían sentados frente a una
fogata intentando debatir sobre aquel cometa que pasaba de vez en cuando por aquellos lares.
Los fenómenos de un momento a otro se
quedaron dormidos, como si un botón hubiera sido presionado y apagado su cuerpo
por algunos segundos. Allí desde un cielo estrellado bajaron, levitando, dos
cuerpos como si fueran extraterrestres de aquella isla. Los cuerpos de
Francisco y Miranda fueron depositados sobre un tronco hueco y lleno de hojas,
luego de que los cuerpos yacieran inmóviles, desapareció la luz. La noche se
volvió rebelde y un viento frió se levantó igual que se levantaban todos y
conversaban como si nunca hubiera sucedido nada. El grupo sabía que había
crecido y les dieron la bienvenida a los nuevos integrantes, como si hubieran
sido familiares que llegaban del exterior. Ricardo que era un chico de 15 años
y de pelo oscuro, con tez blanca y de una voz un poco gruesa, les dio la bienvenida.
-Tanto
tiempo sin verlos, ya los esperábamos.- mirando al grupo que se encontraba a
sus espaldas. ¿Cierto chicos?-
Todo el
grupo respondió al unísono. – Si-
-Esperemos
que hayan viajado bien.- Retomo la conversación el chico.- Ahora a comer, que
Antonieta encontró unos frutos exquisitos y Leonardo mato unas aves jugosas.-
Francisco y Miranda no conocían a estas
personas, pero la OMPECDF les manipulaba el cerebro a todos ellos, para que no
supieran que sucedía en realidad con ellos.
Charlin estaba muy molesta y tuvo que
controlar sus ánimos, mientras Raymond se abstenía a no revelarse y echar el plan
por la borda. La chica tuvo que ir al baño para descargar su furia con
cualquier objeto a su paso. En la cara de la Doctora Marcel se podía notar una
satisfacción y un placer descomunal.
Los fenómenos se sentaron cerca de una
fogata que había hecho Ricardo. Este tenía el poder de crear
fuego con las manos y manipularlo con las mismas, también tenía muchos otras
habilidades. Todos comenzaron a tararear una canción mientras sobre una montaña
se asomaban los primeros rayos de un sol que no garantizaba otro día. Estuvieron
horas y horas largas hablando de cosas que ellos creían que habían hecho, pero
en realidad lo que decían era el resultado de lo que los científicos les
colocaban en sus cabezas. Estos les colocaron su primer recuerdo, manipularon
las imágenes de sus familiares, sus regalos de navidades y hasta ciertamente el
lugar donde vivían. Les estaban haciendo creer un mundo ficticio en sus
cabezas.
El sueño pronto los abatió y estos se
fueron a su morada en el volcán. Al llegar a la falda de la misma, Murray que
era un niño de algunos 10 años tomo un árbol seco y que a la vista parecía muerto
y lo abrazo, le transmitió algo y aquel árbol que era un manzano, rápidamente se
vio verde, fuerte y lleno de frutos jugosos. En la isla existía una ley que
todos conocían, aquella era “No dejar morir las cosas que nos rodean, si el
salvarla está en nuestras manos.” Siguieron
con paso firme hasta su morada.
Su refugio era una especie de cueva, pero tenía
divisiones y una habitación en común. El sueño lo encontraron rápido y así durmieron plácidamente sin
saber lo que pronto se desataría.
En el laboratorio, la Doc se sentaba con
una taza de café y escribía en un cuaderno algunas cosas. Entre ellas había una
lista donde en mayúscula se podía leer “DESTRUCCIÓN TOTAL.”
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