La ciudad se empapaba con el roció de la mañana, los semáforos danzaban
al son de la brisa que brotaba de las calles aledañas e iban acrecentándose aquella
fría mañana de diciembre. En alguna acera de aquella ciudad Sofía andaba a
saltitos y sostenía, en su mano izquierda, un paraguas azul. Aquella niña
aparentaba una inocencia juvenil y fresca, pero nadie sospechaba que tenía 33
años, solo quien la conocía sabía ese dato. Siempre llevaba puestas unas botas
azules, paseaba por la ciudad buscando objetos extraños. Quien la observaba no
sospechaba que Sofía era de esas personas que buscaban en los escombros, los
que se hacían llamar “Busca Tesoros”. Aquella mañana no había ningún turista
por la acera que desease tirarse una foto u observarla extrañado, como solían
hacer. Los gatos callejeros indagaban en la basura, en búsqueda de su último
bocado de comida y los cachorros entonaban una cacofonía anunciando la mañana y
jugando a ser gallos mañaneros.
Emprendió
el paso a un callejón cercano y allí hurgando entre la vida de las personas encontró
un paño ensangrentado envolviendo una carta y una llave, la nota tenia inscrito
algunos garabatos que alcanzaban puramente a ser letras, pero la luz del callejón
no ayudaba mucho. Ella enrollo el paño y lo introdujo en su chaqueta. Buscó un
rato entre la basura y no pudo más que hallar algunas cosas de costumbre,
batidoras dañadas, relojes en desuso, papeles de cuentas vencidas, cubiertos
mohosos y cosas de costumbre. Se dispuso a salir del estrecho, cuando un sonido
le llego a sus espaldas. Se volteo y aguzo la audición, para descubrir que el
sonido era causado por algo detrás de un zafacón; lo que llamo su atención fue
el llanto de un bebe...
No hay comentarios:
Publicar un comentario