Hoy desperté con muchos sentimientos en mi interior, no tenía razón por
la cual estarlo así que lo asocie a un sueño que no recordaba y continúe con mi
día. Me topé con Madamme Gurty en la acera y le comente lo de las flores. Seguí
mi paso y llegue al metro, lo tome y los audífonos me acompañaron, escuche
canciones que me hicieron recordar a alguien y esta vez no retuve a esa
persona, sino que la deje fluir como el humo del cigarrillo que fumaría al
salir de la estación. Un frio mortal arropaba el campus y con cuchillo en mano
te perseguía por los pasillos. Pobre chica la que posaría desnuda para la clase
de exteriores. Cruce el campus para ir a un café que hacia esquina en la avenida
Boul y que su ventanal daba a un parque con un nombre de algún prócer menor.
Ordene al que sería el detective que esclarecería el caso del frío; un chocolate
caliente. Me senté en una mesa con vista al parque. Los árboles, secos, no daban
sombra a amantes felices, no se veía vendedores ambulantes y tampoco niños
jugando en pantalones cortos. Allí estaba yo, dentro del café escuchando una
música de fondo que provenía de un radio, una canción algo calurosa que te
transportaba al verano. Una guitarra a un ritmo muy movido y una voz que te
arropaba y te calentaba. Eso escuchaba y ambientaba la atmósfera del lugar. Un
árbol llamo mi atención y todo el paisaje, de un momento a otro, cambio. Creció
la grama verde inexistente, el cielo se despejo de nubes existentes, al árbol
le nacieron hojas de primavera y bajo el mismo, surgidos de la tierra,
afloraron una manta, flores y dos amantes pasajeros que felizmente se sonreían.
Bajo aquel árbol estábamos Mónica y Yo, era su cumpleaños; medio año atrás. La veía
sonreír como siempre. Al parecer, a ella, siempre la primavera arropaba su
corazón y nunca la podía ver triste, pero me equivocaba perfectamente.
Un par de meses atrás había despertado con una nota en el lado de la
almohada, donde ella acostumbraba dormir con su pelo revuelto. En la nota se leía
“Me aburrí, lo siento mucho nunca fue mi intención.” No lo podía creer, marque
a su móvil y no contestaba, le escribí por texto y nunca lo contesto. Me
levante con una rabia inmensa, destroce la cama, le di puños a las almohadas
mientras gritaba y me decía que era un estúpido que jamás debí confiar. Tire al
suelo las fotos que estaban en mi mesa de noche, volví a la cama y le di más
puños, fui al comedor tratando de descargar la rabia que sentía y encontré un
florero que no me gustaba mucho y fue a parar contra la pared de la sala. Me
tire al sofá y volví a leer la notita de Mónica “Me Aburrí…” ¿A caso para ella
fui un objeto? Un objeto de los cuales uno por usar tanto se aburre. Uno se
aburre de la casa, uno se aburre de una canción, uno se aburre de unos zapatos
y quizás hasta de una comida ¿Pero de una persona? Es tal la ignorancia cargada
por una persona que puede aburrirse de la gente. ¿Dónde queda la comunicación?
Y nosotros la teníamos. Lloré toda la mañana en el sofá, visité la ducha para
llorar; otra vez. Me tire en la cama, aun desvestida, desnudo y agarre la
almohada de Mónica queriendo tenerla allí para mí, queriéndola desnuda gimiendo
sobre mí, queriéndola dormida con sus mechones sobre la frente obstruyendo
nuestro contacto visual, queriéndola enojada por las cosquillas que le hacía,
queriéndola para mí, queriéndola ver en mí camisón azul con su taza de café, color
azul(le gustaba mucho el azul) queriéndola ver con sus manías de no besarme
hasta después de cepillarse los dientes, queriéndola ver espantada por los
temblores de tierra, queriendo ver el tatuaje de su espalda el cual besaba
apasionadamente mientras ella dormía y se le erizaba la piel. Queriéndola,
deseándola y añorándola. Me tire en la cama y no quedo más que oler su almohada
y sentirla conmigo mientras me recriminaba que había hecho mal, porque se había
alejado de mí. Nunca pensé que mi interior podía guardar tanto sentimiento de tristeza
y que albergaba tanta agua. Sin sospecharlo me quede dormido y me desperté
escuchando el móvil. Conteste sin ver quien llamaba. Para mi sorpresa era Mónica
preguntando como me encontraba. Su voz estaba cargada de tristeza y yo no
encontraba palabras.
-Lo siento, no fue mi intención. Espero algún
día me perdones. No quiero alejarte de mi vida Gael.
No tenía palabras para reprocharle y menos
para odiarle. -¿Por qué, por qué? Solo me pregunto eso.
-No hiciste nada malo.- me dijo- Solo es
que necesito tiempo para encontrarme.
Saque fuerzas de mi interior y haciéndome
el fuerte le dije -Entiendo. Pues espero que te encuentres y que sepas que mi
apoyo lo tienes. Hasta luego- y corte la comunicación. Para que no escuchara
como me derrumbaba en llantos.
Pase algunas semanas tristes y donde todo me acordaba a ella. Aquel día
tan pronto le colgué, la elimine de cualquier red social que la tuviera e
inclusive bloquee sus llamadas, aunque me doliera mucho, mi orgullo valía mil veces
lo que vale una persona. Llevo tiempo recordándola y a veces me pregunto cómo
estará si aquellos bajones emocionales le dan aun y lo que más curiosidad me da
es saber si tiene a alguien que los soporte como lo hacía yo. Si tiene a
alguien que la apoye en su carrera como yo, si alguien valora sus pinturas como
solía hacerlo yo. Si alguien es capaz de admirarla, de besarla, de molestarla
como solo yo podía hacerlo. Arriesgue mucho por ella y no digo que ella también
lo hiciera. Yo sé que valoro lo que ella hizo por mí. No sé si en estos
momentos me lea, pero si lo haces. MUCHAS GRACIAS POR APOYARME.SABES QUE YO
TAMBIÉN TE APOYO.
Mis
recuerdos se vieron empañados por una muchacha que me vio llorando y pregunto
si estaba bien. Sinceramente no sé cuánto llevaba llorando. Me enjugue las lágrimas
y le dije que estaba bien, que solo eran recuerdos del pasado.
-Si deseas puedes compartirlos. No hay
nada mejor que compartir tus tristezas con un desconocido. No puede juzgarte y
puedes manipular la historia como quieras.
-Tienes razón. Te contaré si tú también me
cuentas. Porque te he visto par de veces en la universidad muy cabizbaja. –
cierto era, la había visto muy triste en la universidad,
-Trato hecho.
Me
contó su historia, se llamaba Elena y estudiaba Arquitectura, había perdido a
su madre hacían par de meses por culpa de una bacteria extraña y por eso la podía
ver así. Lo más que le frustraba era saber que su madre se fue sin saber que a
su hija le atraían las mujeres. El sueño de su madre siempre fue verla casada
con un hombre. Ahora Elena se veía en la lucha de ser quien ella en realidad
era. Yo por mi parte le conté de Mónica y porque me encontraba así. Señale el
árbol que me había hecho recordar y ella acento con la cabeza, luego la vi algo
pensativa y espontáneamente me dijo.
-Sígueme.
Me quede extraño, pero aun así cogí mi
chaqueta y fui a enfrentar al asesino. Llegamos al árbol y allí me miró
fijamente y me dijo.
-Piensa que el árbol es ella y desde hoy
la dejaras aquí para que sea feliz donde corresponde. Trátala como el objeto
que pensó que eras.
-Pero ¿porque?
-Esto me ayuda mucho cuando tengo
problemas. Pienso que los objetos son feliz donde están y en especial las plantas.
Así que lo asemejo con la persona que quiero, si ella es feliz yo lo soy. Solo
es un consejo.
-Te extraño y eres lo mejor que me ha
pasado. Quiero que seas feliz.- Le dije con un poco de esfuerzos al árbol.
Elena me miro y me dijo –Que tonto te vez haciendo
eso.- Luego rió a carcajadas.
Aproveche que estaba envuelta riéndose e
hice una bola de nieve que fue a parar a su pecho.
Esa
noche terminamos en el apartamento de Nicol, que me había invitado a una
pequeña reunión. Le pregunte si podía llevar a una amiga y me dijo que sí. De
camino a la actividad le explique más o menos como eran mis amigos y al llegar
todos la recibieron con afecto. Luego les contaré un poco más sobre las
reuniones que hacemos, pero ahora; acostado en mi cama, solo pienso en los
rizos de Amalia.
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